





La fecha del 26 de noviembre de 2016 quedará grabada en la memoria de los Yira del distrito ugandés de Kasase como un triste recuerdo. Fue el día en que la policía del gobierno ugandés irrumpió en el palacio real de Rwenzururu en Kasese. Al menos 134 personas fueron masacradas allí. El exceso en el empleo de la fuerza pública en esa ocasión no es sino un reflejo del alto grado de intoxicación que aqueja a las autoridades de Kampala. Se asistió a una loca operación de rabia, ordenada por el poder contra una comunidad calumniada y manipulada inconscientemente.
¿Cuál es la gran responsabilidad de Kinshasa?
El régimen en el poder en la RDC acababa de lanzar las masacres de Beni. Sin embargo, al cabo de dos años de matanzas sistemáticas, la comunidad Yira-Nande, a la que apuntaba el genocidio, se volvió irreductible. Kinshasa, quien lleva la dirección de esta tragedia, estimó necesario encontrar el correspondiente a su estrategia en Uganda, a fin de tomar al pueblo Yira en una tenaza de parte y parte, tanto de Uganda como de la RDC. Entonces Joseph Kabila dispuso los medios financieros necesarios para infiltrar a la vez el Kyanganda Yira, la base de la comunidad, creando los Mai-mai corruptos y la policía de seguridad ugandesa. Pero el objetivo principal consistía en completar un escenario que excitase al gobierno ugandés a golpear duramente al pueblo Yira, sin distinción entre los Nande de la RDC y los Konzo de Uganda.
A nivel de la comunidad Yira, personalidades de gran consideración como notables tales como el Mwami Kalemire III, así como profesores de la Universidad, de quienes por seguridad callaremos los nombres, fueron sensibilizados para acercarse al Mwami Mumbere de los Rwenzururu para maquinar la creación de la República de Rwenzururu. El régimen de Kabila acudió a los grandes medios para reclutar a los combatientes entre los oportunistas Mai-mai, tales como el grupo denominado Fuerzas Ecuménicas para la Liberación del Congo, FOLC, del comandante Kava wa Seli. El gobernador de la provincia del Nord-Kivu, Julien Paluku, tampoco es inocente en este asunto, él fue quien canalizaba las instrucciones del presidente congoleño y los medios que ponía éste a disposición de ese plan. Fue en esta aventura donde el Mwami Mumbere de Kasese tuvo el valor de publicar la maqueta de lo que sería la futura moneda de la futura República de Rwenzururu. Tenía efectivamente la ilusión de convertirse en el jefe de un estado que se extendería por los distritos ugandeses de Kasese, Budibugyo y Kabarole hasta los territorios congoleños de Beni-Lubero. Esto es sólo una ilusión, ya que la comunidad Yira del Congo ha rechazado categóricamente es plan, convencida de que se trata de un complot altamente concebido en el laboratorio de Joseph Kabila para dar un nuevo impulso al plan de exterminación del pueblo Yira en la RDC y en Uganda. Los líderes de Kyaghanda, que son de espíritu despierto, desvelaron el secreto de este plan criminal y estaban destinados a ser asesinados. Tal fue el caso del Reverendo Padre Vincent Machozi. Muchos otros líderes de la comunidad, a diferentes niveles de la sociedad civil, la clase política, el medio estudiantil, e incluso los eclesiásticos, han sido también objeto de ataque de parte de los agentes terroristas del gobierno congoleño. A causa de ellos, Joseph Kabila califica al Kyaghanda de testarudo y traidor.
Kampala cayó en la trampa de Kabila

En el mismo momento Joseph Kabila hizo infiltrar los servicios de seguridad ugandeses, en la ocurrencia la policía y la investigación, por agentes cuyos informes deberían de converger de manera que excitasen al presidente ugandés contra el pueblo Yira de Uganda, o sea los Konzo, para que aparecieran como una extensión de la misma comunidad Nande de la RDC en Uganda, bajo pretexto de que están de acuerdo en un proyecto de erección de una República autonómica contra el régimen de Kampala. El antiguo inspector general de la policía ugandesa, el general Kalle Kaihura, así como varios otros oficiales de la policía, han colaborado en este golpe con fondo de motivación del presidente congoleño que deseaba convencer a su homólogo ugandés de que los Yira-Konzo de Kasese son peligrosos para su poder, tanto como lo serían los Nande para él en la RDC. Ese es el juego sabiamente concebido y llevado a cabo por el Jocker congoleño: llena de un lado la cabeza del Mwami Mumbere dándole los medios que necesita, y excita al mismo tiempo al presidente ugandés a pasar al acto, es decir a pulverizar a aquellos que él mismo desearía decimar, si una intervención transfronteriza no tuviese condiciones previas. Pero esta tarea sería llevada a cabo mejor aún por los agentes conseguidos en el seno mismo de las fuerzas ugandesas. De ahí es inesperada crueldad de unas fuerzas que transformaron inmediatamente en carnicería una operación de mantención del orden, si recordamos los incendios, las torturas, las humillaciones de ese día que ni siquiera respetaron a las mujeres y a los niños; los que escaparon fueron atrapados, encadenados y arrastrados públicamente desnudos del todo.
Kampala ha sido doblemente atrapado…
Joseph Kabila halló así una preciosa ocasión para descargarse doblemente sobre Yoweri Museveni. Primero, lo indujo a ensuciarse las manos en las masacres que él, Kabila, había planificado para debilitar la raíz Nira en la región. Luego, este asunto de Kasese ha marcado con un acento muy negativo el asunto del presidente ugandés y de su régimen en el registro de los observadores de los Derechos Humanos. No se disimuló la fiesta en el campo de Kabila quien gritaba muy alto « ¡los agarramos! ». En efecto, el presidente congoleño busca siempre ocasiones propicias para vengarse de un padrino que decidió dejarlo justo en el momento en que soñaba convertirse en « rey » del Congo, a imitación del Mariscal de una pasada época del Zaïre. Sólo más tarde descubrirá Museveni que Kabila había utilizado su propio entorno para opacar su imagen ante el mundo. De hecho, estos últimos fueron la columna vertebral de la gestación de un núcleo del grupo subversivo alrededor del Mwami Mumbere, haciendo de Kasese el eje del tránsito de los terroristas del M23 y aliados ruandeses que deberían instalar la desolación en Beni y en el vecino Kasese, utilizando falsamente el nombre de los rebeldes ugandeses de la Alianza de las Fuerzas Democráticas, ADF.
Queda por ver cómo conseguirá Kampala reparar los daños de tal falta de prudencia ante su pueblo Kasese, ante el pueblo Yira de Uganda y del Congo, así como ante el mundo. Ya que ejecutó inconscientemente la orden de un diablo que levantó sus cuernos en Kinshasa, que desearía perennizar su poder instaurando el caos en la sub-región de los Grandes Lagos.
Jeanne d’Arc KAHINDO
Beni
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